28 abr 2010

Cuadernos de viaje


Tras las huellas de los artistas (II)

30/03/2010


ÁLVARO VILLEGAS. París
Segundo día en París. Amanece lluvioso. Tras cruzar el Barrio Latino y ver el río Sena y sus magníf
icos puentes visitáis el Hotel de Ville, el edificio del Ayuntamiento de la capital francesa. Después el Sena os lleva hasta la Isla de la Cité, en donde se asienta la magnífica catedral de Notre-Dame. Estáis en el corazón deParís.
Ahora os dirigís, algo cansados ya, hacia el Museo del Louvre, espacio gigante, inmenso, entre cuyos abundantes fondos artísticos -más de trescientas mil obras- se encuentran joyas como la Monna Lisa o la Venus de Milo. Paseáis entre sus edificios y arquitecturas y más tarde avanzáis hacia el jardín de las Tullerías desde donde divisáis ya a lo lejos el Arco del Triunfo. Llegáis a la Plaza de la Concordia con su enorme obelisco de granito con inscripciones egipcias y, por fin, estáis ya al pie del Arco del Triunfo, desde cuya azotea los más atrevidos contemplan hermosas vistas de la ciudad. Sopla el viento y el cielo amenaza con escupir lluvia.

Es ya la hora de almorzar y colmáis la necesidad de vuestro estómago en bocaterías y macdonals. Luego os dirigís en metro hacia el gran centro financiero de París presidido por el gran Arco de la Défense o de la Fraternidad según nombran los franceses. Paseáis a su alrededor hasta que regresáis de nuevo al centro de la capital, a Notre-Dame. El cielo estalla en lluvia torrencial y alguno agudiza la vista en busca de Quasimodo que no llegó para daros la bienvenida.
Después visitáis el barrio de Montmartre, cuna de la bohemia parisina, en donde hormiguean pintores, retratistas, vendedores callejeros, instrumentistas... De pronto, la
enorme basílica del Sacré Coeur (Sagrado Corazón) se erige dueña y señora de la colina de Montmartre, lugar en donde se rodaron escenas de la admirada película Amélie.
El magnífico conjunto os recibe con sones de violín y con la multitud saturando las interminables escaleras que, junto con los jardines, hacen de este espacio uno de los rincones más bellos de París.
Una vez que habéis finalizado una fugaz visita a la basílica, os dirigís ya ansiosos al metro que os conducirá de regreso hasta el hotel en donde os hospedáis. Allí recibís una desagradable sorpresa pues algunos de vosotros habéis sido robados. Os han hurtado una importante cantidad de dinero y un iPod, aunque lo que más os indigna es la decepcionante atención de los responsables del hotel, brillando por su ausencia el buen trato en los primeros y la seguridad en el segundo.

Ya las luces de la noche se van apagando y con sus tinieblas se acerca un merecido descanso.

Fotografías: Álvaro Villegas


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