15 may 2012

La pesca de bacalao en los bancos de Terranova.





SIGRID GONZÁLEZ, PAULA LAVÍN.Torrelavega


Benito Gutiérrez presenta a Enrique Rodríguez Marín.

El día 25 de abril miércoles, Enrique Rodríguez Marín, profesor del Instituto Nacional de Oceanografía, nos deleitó con una exposición sobre las exploraciones marinas después de Colón y las pesquerías del bacalao en los bancos de Terranova. Comenzando por esta última referencia, nos explicó sus sistemas de pesca, jóvenes emprendedores, peligros, muertes y de más historias ya perdidas en las mentes de las familias de los pescadores.

El mes de marzo de 1615, la nave Nuestra Señora del Rosario navegaba a la vista de la costa portuguesa. Su destino eran las salinas de Setúbal, donde esperaba cargar la sal necesaria para la campaña bacaladera. La nave de 15 metros de eslora, había sido fletada por el capitán Antonio de Yturribalzaga. Con una capacidad de 150 toneles para llenar las bodegas con el bacalao de Terranova. Aunque España estaba en paz con sus habituales enemigos europeos, habían llegado noticias de un recrudecimiento de la actividad por parte de los corsarios de La Rochelle.

Típico barco de pesca en los bancos de Terranova.
La cual en un principio, su objetivo eran los bancos de bacalao que se acercaban a la costa de la península de Avalon, al sureste de Terranova, durante el mes de mayo. Pero no despreciaba la posibilidad de atrapar alguna ballena franca o polar. Ante semejante eventualidad llevaba a bordo arpones, sangraderas y un par de chalupas, además de aros de hierro con los que fabricar los toneles para el saín. Sin embargo, no se hacía demasiadas ilusiones respecto a los cetáceos.  El arcón con la abundante cuchillería con la que destripar y abrir los peces, junto con las piedras de amolar, se guardaba a buen recaudo en su diminuto camarote. Fletar y avituallar un navío para la pesca del bacalao resultaba económico, desde el punto de vista de las inversiones previas, en comparación con el gasto de ese mismo buque destinado a la caza de ballenas. Ni tan siquiera se necesitaba carnada para los anzuelos: las playas ped regosas de Labrador y Terranova proporcionaban los pececillos y la carne de moluscos con la que cebar los anzuelos.



En cuanto a los hombres, la pesca del bacalao a cordel tenía poco de misterioso y mucho de resistencia. A poco que llenaran la bodega, los beneficios de su venta en Bilbao podían alcanzar el 150 % de la inversión total. Sin embargo, no había resultado sencillo reclutar a su tripulación. Aunque las guerras habían cesado, algunos de los hombres más expertos y capaces de Motrico no habían regresado y la gente de que disponía era muy joven.

El descubrimiento por el veneciano Giovanni Caboto de los bancos de bacalao de Terranova en el año 1497 había despertado el interés de los pescadores bretones y portugueses que empezaron a frecuentar el caladero a partir de 1500. Tras ellos, hacia 1510 , afluyeron los vascos aunque más interesados, en principio, por las ballenas que por los propios bacalaos. Cinco años después, ingleses y vasco-franceses iniciaron modestas campañas veraniegas en busca de un pescado sencillo de atrapar, con carnes blancas de alta calidad y que se dejaba conservar muy bien.

Pescadores de la Nave Nuestra señora del Rosario.
Otra guerra con Francia, desatada en 1551, volvió a hacer inseguras las rutas atlánticas y hubo que esperar a 1560 para, una vez establecida la paz, entrar en un período de dos décadas de prosperidad bacaladera basada en la actividad de buques fletados por sociedades y particulares que, por lo general, eran de mediano porte (de 50 hasta 200 toneles) con tripulaciones de entre 15 y 40 hombres. Puede decirse que dentro de la flota vasca que zarpaba hacia Terranova en primavera, al menos tres o cuatro buques iban equipados de forma exclusiva para la pesca del bacalao. En la campaña del año 1577 murieron 540 hombres, atrapados por fríos prematuros o por un mortal retraso en la vuelta a casa.



El Consulado de Bilbao disponía de una eficiente red de distribución de mercaderías capaz de enviar sin demora el bacalao curado a Navarra, Castilla y Aragón y, desde allí, a toda la península.

Una epidemia de peste bubónica recorrió la costa del Cantábrico entre 1596 y 1599.

Alumnado y profesorado se mostraron interesados y espectantes.
Solamente la villa de Pasajes perdió, en 1597, a la mitad de su población, anunciando un principio de siglo cuajado de malos augurios para las pesquerías transatlánticas. Entre tanto, los reclutamientos de marineros para la Armada, que no habían cesado en el último tercio del Siglo XVI se intensificaron de manera considerable en las primeras décadas del XVII. Los documentos notariales de la villa de Motrico muestran que entre 1600 y 1630 la villa guipuzcoana vio partir una media de 20 hombres por año y que, en 1624, uno de sus alcaldes fue amenazado con el encarcelamiento si no conseguía más reclutas para el servicio de Su Majestad. La crisis humana fue tal que Motrico, junto con la cercana villa de Guetaria, sufrieron la prohibición de pescar hasta no suministrar el número de reclutas que había sido reclamado. Ante la imposibilidad de entregar los hombres, los ya escasos pescadores de ambas villas tuvieron que quedarse en sus casas durante dos años.

Al año siguiente, el Ayuntamiento de San Sebastián, en referencia a los marineros, se quejaba por carta de que «los ministros de Su Majestad no los dejan navegar a Tierranueva que es la carrera que sola ha quedado en el mar océano para poder tener aprovechamiento porque las demás salidas están cerradas con las alteraciones de los reinos comarcanos».

Así se dio por terminado el gran sueño de Terranova.



Primera foto.

Segunda foto.

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